El Exámen
El examen combina las técnicas de
la jerarquía que vigila y las de la sanción
que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia
que permite calificar, clasificar y castigar. En todos los
dispositivos de disciplina el examen se halla altamente
ritualizado. Manifiesta el sometimiento de aquellos que
están sometidos. La superposición de las relaciones
de poder y de las relaciones de saber adquiere en el examen
toda su notoriedad visible.
Una de las condiciones esenciales para el
desbloqueo epistemológico de la medicina a fines
del S XVIII fue la organización del hospital como
aparato de "examinar". El ritual de la visita
médica es su forma más llamativa. Una observación
regular que pone al enfermo en situación de examen.
Dos consecuencias: en la jerarquía interna, el médico,
elemento ahora externo, comienza a adquirir preminencia
sobre el personal religioso. Aparece la categoría
del "enfermero". El hospital bien "disciplinado"
constituirá el lugar adecuado de la "disciplina"
médica; ésta podrá entonces perder
su carácter textual, y tomar sus referencias en un
dominio de objetos ofrecidos al examen.
De la misma manera, la escuela pasa a ser
una especie de aparato de examen ininterrumpido que acompaña
en toda su longitud la operación de enseñanza.
Se tratará de una comparación perpetua que
permite medir y sancionar. El examen en la escuela crea
un constante intercambio de saberes entre el maestro y el
discípulo. La escuela pasa a ser el lugar de elaboración
de la pedagogía. Y así como el procedimiento
del examen hospitalario ha permitido el desbloqueo epistemológico
de la medicina, la época de la escuela "examinatoria"
ha marcado el comienzo de una pedagogía que funciona
como ciencia.
El examen lleva consigo todo un mecanismo
que une cierta forma de ejercicio del poder con cierto tipo
de formación de saber.
1. El examen invierte la economía
de la visibilidad en el ejercicio del poder. Tradicionalmente,
el poder es lo que se ve. Aquellos sobre quienes se ejerce
pueden mantenerse en la sombra. En cuanto al poder disciplinario,
se ejerce haciéndose invisible, pero imponiendo a
aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio.
En la disciplina, son los sometidos los que tienen que ser
vistos para garantizar el dominio del poder que se ejerce
sobre ellos. Y el examen es la técnica por la cual
el poder, en lugar de emitir los signos de su potencia,
en lugar de imponer su marca a sus sometidos, mantiene a
éstos en un mecanismo de objetivación. En
el espacio que domina, el poder disciplinario manifiesta
su poderío acondicionando objetos. El examen equivale
a la ceremonia de esta objetivación.
Hasta aquí el papel de la ceremonia
política había sido dar lugar a la manifestación
excesiva y regulada de poder. La ceremonia se aparejaba
siempre al triunfo. En cuanto a la disciplina, tiene su
propio tipo de ceremonia: el "desfile", forma
fastuosa de examen. Los "súbditos" son
ofrecidos en él como "objetos" a la observación
de un poder que no se manifiesta sino tan sólo por
su mirada. No reciben directamente la imagen del poder soberano.
La visibilidad apenas soportable del monarca se vuelve visibilidad
inevitable de los súbditos. Y esta inversión
de visibilidad en el funcionamiento de las disciplinas es
lo que garantizará el ejercicio del poder. Entramos
en la época del examen infinito y de la observación
coactiva.
2. El examen hace entrar también
la individualidad en un cambio documental. El examen
que coloca a los individuos en un campo de vigilancia los
sitúa igualmente en documentos que los captan y los
inmovilizan. Los procedimientos de examen han sido inmediatamente
acompañados de un sistema de registro intenso y de
acumulación documental. Constitúyese un "poder
de escritura" como una pieza esencial en los engranajes
de la disciplina. Se modela sobre todo de acuerdo con los
métodos tradicionales de la documentación
administrativa, pero con técnicas particulares e
innovaciones. Unas conciernen a los métodos de identificación,
de señalización o de descripción. Era
el problema de los hospitales, donde había que reconocer
a los enfermos, expulsar a los simuladores, seguir la evolución
de las enfermedades, verificar la eficacia de los tratamientos.
Era el problema de los establecimientos de enseñanza,
donde había que caracterizar la aptitud de cada cual,
situar su nivel y su capacidad.
De ahí la formación de toda
una serie de códigos de la individualidad disciplinaria
que permiten transcribir homogeneizando los rasgos individuales
establecidos por el examen: código físico
de la señalización, código médico
de los síntomas, código escolar o militar
de las conductas. Estos códigos marcan el momento
de una "formalización" inicial de lo individual
en el interior de las relaciones de poder.
Las otras innovaciones de la escritura disciplinaria
conciernen la puesta en correlación de estos elementos,
la acumulación de los documentos, la organización
de campos comparativos que permiten clasificar, fijar normas.
Los hospitales del S XVIII han sido grandes laboratorios
para los métodos escriturarios y documentales. Entre
las condiciones fundamentales de una buena "disciplina"
médica en los dos sentidos de la palabra, hay que
tener en cuenta los procedimientos de escritura que permiten
integrar, los datos individuales en sistemas acumulativos,
para que se pueda encontrar un individuo en un registro
general y para que cada dato del examen individual pueda
repercutir en los cálculos de conjunto.
Gracias a todo este aparato de escritura
que lo acompaña, el examen abre dos posibilidades
correlativas:
la constitución del individuo
como objeto descriptible, analizable; en modo alguno
para reducirlo a rasgos "específicos" como
hacen los naturalistas con los seres vivos, sino para mantenerlo
en sus rasgos singulares bajo la mirada de un saber permanente;
la constitución de un sistema comparativo que permite
la medida de fenómenos globales, la descripción
de grupos, la caracterización de hechos colectivos,
la estimación de las desviaciones.
Esas pequeñas técnicas de notación,
de registro, que han permitido el desbloqueo epistemológico
de las ciencias del individuo. Pero está el pequeño
problema histórico de la emergencia, a fines del
S XVIII, de lo que se podría colocar bajo la sigla
de ciencias "clínicas"; problema de la
entrada del individuo (y no ya de la especie) en el campo
del saber; problema de la entrada de la descripción
singular en el funcionamiento general del discurso científico.
A esta simple cuestión corresponde una respuesta
sin grandeza: hay que mirar del lado de esos procedimientos
de escritura y registro, del lado de los mecanismos de examen,
del lado de la formación de los dispositivos de disciplina,
y de la formación de un nuevo tipo de poder sobre
los cuerpos. ¿El nacimiento de las ciencias del hombre?
Hay que buscarlo en esos archivos donde se elaboró
el juego moderno de las coerciones sobre cuerpos, gestos,
comportamientos.
3. El examen, rodeado de todas sus
técnicas documentales, hace de cada individuo un
"caso": un caso que constituye un objeto
para un conocimiento y una presa para un poder. El caso
es el individuo tal como se lo puede juzgar, medir, comparar
y esto en su individualidad misma; y es también el
individuo cuya conducta hay que encauzar, a quien hay que
clasificar, normalizar, excluir, etc.
Durante mucho tiempo la crónica de
un hombre, el relato de su vida, relatada al hilo de su
existencia formaban parte de los rituales de poderío.
Ahora bien, los procedimientos disciplinarios invierten
esa relación, rebajan el umbral de la individualidad
descriptible, haciendo de esta descripción un medio
de control y un método de dominación. No ya
monumento para una memoria futura, sino documento para una
utilización eventual. Y esta descriptibilidad nueva
es tanto más marcada cuanto que el encuadramiento
disciplinario es estricto: el niño, el enfermo, el
loco, el condenado pasarán a ser a partir del S XVIII
objeto de decisiones individuales y de relatos biográficos.
Esta consignación por escrito de las existencias
reales funciona como procedimiento de objetivación
y de sometimiento.
El examen indica la aparición de
una modalidad nueva de poder en la que cada cual recibe
como estatuto su propia individualidad, y en la que es estatutariamente
vinculado a los rasgos, medidas, desvíos que lo caracterizan
y hacen de él un "caso".
Finalmente, el examen se halla en el centro
de los procedimientos que constituyen el individuo como
objeto y efecto de poder, como efecto y objeto de saber.
Combinando vigilancia jerárquica y sanción
normalizadora, garantiza las grandes funciones disciplinarias
de distribución y de clasificación, de extracción
máxima de las fuerzas y del tiempo, de acumulación
genética continua, de composición óptima
de las aptitudes. Por lo tanto, de fabricación de
la individualidad celular, orgánica, genética
y combinatoria. Con él se ritualizan esas disciplinas
que se pueden caracterizar diciendo que son una modalidad
de poder para el que la diferencia individual es pertinenete.
Las disciplinas marcan el momento en que
se efectúa la inversión del eje político
de la individualización. En sociedades con régimen
feudal la individualización es máxima del
lado en que se ejerce la soberanía y en las regiones
superiores del poder. Cuanto mayor cantidad de poderío
más marcado se está como individuo: una individualización
"ascendente".
En cambio, en un régimen disciplinario
la individualización es "descendente":
a medida que el poder se vuelve más anónimo
y más funcional, aquellos sobre los que se ejerce
tienden a estar más fuertemente individualizados;
y por vigilancias más que por ceremonias, por observaciones
más que por relatos conmemorativos, por medidas comparativas
que tienen la "norma" por referencia, y no por
genealogías que dan los antepasados como punto de
mira; por "desviaciones" más que por hechos
señalados. En un sistema de disciplina, el niño
está más individualizado que el adulto, el
enfermo más que el hombre sano, el loco más
que el normal. Es hacia los primeros a los que se dirigen
en nuestra civilización todos los mecanismos individualizantes;
y cuando se quiere individualizar al adulto sano es siempre
buscando lo que hay en él todavía de niño,
la locura secreta que lo habita, el crimen fundamental que
ha querido cometer. Todas las ciencias, análisis
o prácticas con raíz "psico-" tienen
su lugar en esta inversión histórica de los
procedimientos de individualización.
El individuo es el átomo ficticio
de una representación "ideológica"
de la sociedad; pero es también una realidad fabricada
por esa tecnología específica de poder que
se llama la "disciplina". Hay que cesar de describir
siempre los efectos de poder en términos negativos:
"excluye", "reprime", "rechaza",
"censura", "oculta". De hecho, el poder
produce; produce realidad; produce ámbitos de objetos
y rituales de verdad. El individuo y el conocimiento que
de él se puede obtener corresponden a esta producción.
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